Cuento corto de la vida que el cáncer se llevó

 En la vida nunca habías tenido tanta suerte, un romance de adolescente, la fantasía y el orgullo de algún día ser una empresaria exitosa, son tantos sueños que uno tiene en la niñez, que espera que en la adultez se hagan realidad, pero los sueños, sueños son, si uno se queda simplemente sentado a esperar.



Se miraba al espejo, y medía cada centímetro de su cintura, debía ser delgada como las modelos de alta costura, vomitaba cada mañana, pero en las noches se sentía la más hermosa de todas las niñas que podrían existir.



Con cada paso que daba se imaginaba que era una pasarela, con una larga alfombra roja, dando sus mejores poses y sonrisas, en las tardes después de la escuela jugaba con sus hermanas al desfile de modas, tomaba unas hojas y armaba unas coronas con flores, la más bonita ganaba, y se hacía de noche entre tantas carcajadas.



No hubo un sólo día en la que no tenga tanta suerte, era feliz y lo asimilaba, disfrutaba de su inocencia, disfrutaba de tanta imaginación, creatividad, y de aquél amor que tanto podía dar a los demás.



La maldad siempre estaba, porque como ella no encontrarías, si aspiraba a una super modelo de caja Barbie.



Tanta suerte como la de ella no tendrías, un domingo amaneciendo a golpes la recibieron, la que definiría el destino de toda su vida, y le quitaría toda alegría.



Por favor no sigas decía, con cada golpe a palos que recibía, su piel blanca se tornaba morada, y ella sólo buscaba la forma de que ya la dejaran. Quién diría que esa persona que le causaría aquél daño, estaria dentro de su entorno familiar.


Tuviste tanta suerte en crecer en la familia que te tocó, la que más daño te causó y la que definió tu futuro, marchitando tus sueños y anhelos.



Pasaban los meses y esa herida no sanaba, cada vez se veía más dañada, no sabían qué medicamentos más darte, el dolor te desesperaba no había un día en que no lloraras, los doctores buenas noticias no te daban, empezaron los días de análisis, las transnochadas, las sacadas de sangre, el cambio de piel para quitarte la que ya no es sana, los tratamientos largos, las quimioterapias. Te dieron de alta, dejaste de caminar bien, necesitabas ayuda de los demás para mobilizarte, conseguiste un buen empleo todo marchaba más que bien, cada dia te veias más linda, más madura, más cambiada, y nada te impedia a seguir con tu vida, aquella vida que pusieron en pausa, a causa de aquél horrible dia.


El tiempo seguía transcurriendo, te transladaron a una nueva sucursal, ibas aprendiendo y creciendo profesionalmente, la gente no podría creer que cada día te veias más bien.


Llegó un nuevo compañero de trabajo, al momento lograron coincidir, fue muy amable y tierno contigo, te sacaba a pasear, te llevaba a largos viajes para que te puedas despejar, te mandaba detalles que cada dia te enamoraban más, no podrías creer que el amor de tu vida pudo aparecer, todo marchaba más que bien.


Un día y sin querer con nervios y llantos te acercaste a él, para mostrarle aquella prueba de embarazo que dió positiva, que aquél amor que tanto le tenías con aquella ansiada espera lo demostrabas, anhelabas que una hermosa familia pudieran formar, tus días iban a cambiar ya tendrías a alguien por quién luchar, alguien te llamará mamá y te mirará con un amor inigualable, la emoción no lo podías ocultar.



No podrías tener más suerte de la que te tocó, un bebé viene en camino, te sigue costando caminar, reposo debes tener y cuidar mejor del bebé y de ti, notabas que él se portaba distante, era diferente la felicidad no era similar a la tuya, pero mucha importancia no le dabas, seguías pendiente a tu embarazo y que todo marche más que bien..


Los días pasaban, y una noticia mejor te daban, una niña viene en camino, los mil nombres que quisieras ponerle no parabas de anotarlo en un papel para poder al fin uno escoger.



Mía, así se llamará aquella niña de tus ojos, aquél amor de tu vida, aquella niña que viene a cambiarlo todo, a darle un giro rotundo a toda tu vida. Mía porque es tuya y de nadie más.

 Serás Mía mi felicidad lo escribías en una servilleta de papel, mientras esperabas turno en el hospital.



Nadie hubiera tenido tanta suerte como la tuviste vos..


Fuiste fuerte, guerrera, y luchaste hasta el fin.


La mamá más fuerte y gentil, tu niña es una foto tuya, es igual a ti en muchos aspectos, la dejaste como un legado.


"Serás Mía, Mi felicidad"



Cada mañana eras más feliz aquella niña te robaba mil sonrisas.


Un día no podías más del dolor, dijiste no una vez más, los médicos no daban buena señal, te diagnosticaron cáncer, empezaban nuevamente los análisis, las pruebas, las transfusiones de sangre, las quimioterapias, las internaciones, ya no veias a Mia, ella ya no te reconocía, ya no eras la misma, tu semblante cambiaba, cada día más te debilitabas, no te levantabas de la cama, quitabas fuerza de dónde no la tenías.


Tus familiares te recomendaban no seguir con la quimioterapia porque eso te restaba más vida de la que ya no tenías, decías que saldrías con vida, que podrías con esto y mil caídas, todo por ver crecer a tu hermosa Mía, todo por ella podías.


Los meses pasaban y no daban buenas noticias, el cáncer avanzaba con todo lo que en tu cuerpo encontraba, tu madre pide llevarte a casa a descansar, que allí estarías mejor, los doctores dijeron que no se harían cargo si te ocurre algo en la casa, que caería bajo responsabilidad de cada uno de ellos, tu mamá no podría cargar con ese peso, que decidió dejar, sábado en la noche rogabas a Dios que te dé una oportunidad, que quieres seguir por tu niña, sólo por ella y nadie más.


Pero Dios tenía otros planes para ti, ya era tiempo de partir, ya no sentirías más dolor, y al fin podrías estar mejor a lado de aquél señor que guiará la vida de Mía, y tú mirándola desde algún rincón de aquél cielo inmenso.


Marcan las 21:00 tus ojitos se cerraron por siempre, llaman a tu madre y da un grito que despierta a todos los vecinos, ellos de esa forma confirman que aquél grito de dolor exasperante de tu madre es señal que de esta tierra te haz marchado.


Nadie pudo haber tenido tanta suerte como la tuviste vos, de crecer en un ambiente de dolor, de golpes y tantos llantos en las noches.

Nadie pudo haber tenido tanta suerte como vos, la de luchar en cada habitación del hospital, pidiendo a Dios un poco de paz.


Te mandó a tu divina niña Mía, con la que compartiste tres años de su vida, fuiste mamá, amiga, hermana, y mucho más.



Tal vez todos aquellos sueños que tenías no lograste cumplir, pero la vida tenía algo distinto para ti.

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