Mi evento canónico del año fue, tener que estar sentada en el pasillo esperando a que la residente de turno mencione mi nombre, y devuelta por quinta vez volver a decir que te perdí, y que no tengo otra explicación más que dar. Con el corazón en la mano, y mi alma en grietas. Contestando las preguntas casi por inercia, porque no estaba tan siquiera allí, no dimensionaba nada de lo que ocurría a mi alrededor, estuve en modo automático, y daba respuestas a modo de sobrevivencia. Que si, es mi primer embarazo, que si fue mi primera pérdida. Escuche los típicos consejos de que soy joven, que vendrán tiempos mejores, que puedo seguir buscando tener otro bebito, que puedo seguir tratamientos e incontables consejos que he escuchado en todas esas idas y vueltas con un nudo enorme en la garganta y lágrimas que ya no me salían de tanto llorarte, de tanto implorar que otra sea nuestra historia, porque no sabes cómo te anhelaba, como contaba los días porque dejaras de ser semillita, como espe...
Él adormece los dolores más crueles y contiene todos los éxtasis; para decir las frases más largas no necesita palabras, tan sólo miradas. Junto a él, todo se siente como lanzarse a un abismo, nunca terminas de caer por completo. En caída libre te llenas de miedo, frustración y angustia. y luego un vacío en la razón, se quebró, caí, y caí — y di con un mundo, en cada zambullida, y terminé sabiendo — entonces— ¡Que de tal manera te quería, que estar sin ti es estar sin mí!
Caminaba por los senderos de ese arroyo con sus aguas cristalinas, tarareando viejas melodías en guaraní, eran sonidos mágicos que endulzarían el oído de cualquiera que la escuchara, la caída del agua en esa cascada era más que pura magia. Deslumbró la noche con su vestido blanco y su cabello que le llegaba a la cintura, nadie la entendía, nadie la comprendía, caminaba por el bosque en busca del alma fría que la lastimaba. Vigilaba y cuidaba a los visitantes que se hospedaban en el lugar, dónde antiguamente había vivido tantos momentos de su vida, aquella vida, vida la que alguna vez tuvo y se la arrebataron. Era muy inquieta de niña, caminaba por el bosque cerca de una casita de paja frente al arroyo, y al lado de la vista de un enorme cerro verde. En las madrugadas se hacía notar, sus pasos se escuchan en su caminar, pero nadie la veía al pasar. Cada detalle de ella provenía de mil veranos y un alegre amanecer. Aunque no puedo verte, puedo escuchar tus penas cuando se pone el so...
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