Bye 2020

 Conocí personas a las cuales las amé desde el primer momento.


Me enteré de cosas que siempre estuvieron estirándome de las manos para poder al fin descubrirlas, para quizás comprenderlas o simplemente lograr hacerme a un lado y ya no concurrirlas.


Aprendí a ser paciente, a tratar de manejar mis emociones, mis impulsos.

Me decepcioné más que de costumbre.

Lloré a mares, me abracé, me odié, quise huir tantas veces de mí misma, pero al final de todo, al final del camino, me doy cuenta que si no me quiero a mí, nadie más lo hará.


Reí, reí tanto que pensé que ese vacío que tenía ya al fin me dejaría. Pero no, al final del día ahí sigue acompañándome en las noches, para hacerme sentir que a veces la felicidad no lo es todo.


Ese vacío que viene con recuerdos que hacen un poco daño si les dejo.

Me seguirán a dónde vaya, porque están impregnados en cada parte de mi piel.


Fuiste incertidumbre, caos, miedo, tristeza, llanto, depresión, soledad, pero también fuiste el más eficaz organizador de prioridades, nos regalaste una pausa para redescubrir que tenemos todo lo más importante en nuestras manos y no hay necesidad de correr a buscar más.

Todo ardía en llamas, pero nada dolía más que la partida de aquél a quién tanto amas.

Nos diste la posibilidad de disfrutar de la familia, de los amigos, de aquella pareja o hasta hablar con aquél amigo de infancia que dejaste de ver por muchos años.


Nos uniste en medio de tanta distancia.


Aprendimos a sacar nuestras mejores cualidades, a cocinar, a bailar, a cantar, a ser maestros, artistas, psicólogos, hasta investigadores.


Nos diste la posibilidad de quitar cosas buenas dentro de aquella cajita llena de cosas malas y perturbadoras.

Gracias, porque sin tu caos, no me hubiera encontrado nunca.

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